Este procedimiento se realiza en la sala de operaciones y requiere anestesia local. Antes de inyectar el medicamento, el ojo se adormece con gotas anestésicas para ayudar a minimizar las molestias; se limpia el ojo con una solución antiséptica, y luego se inyecta el medicamento directamente en el ojo. Las inyecciones intravítreas se pueden administrar tan frecuentemente como una vez al mes, dependiendo de la condición que se esté tratando.

Los pacientes pueden experimentar dolor o sensación de picor después de la inyección. A veces, los pacientes pueden desarrollar hemorragia conjuntival (sangrado en la superficie blanca del ojo), flotadores, aumento de la presión ocular e inflamación del ojo. Estos efectos secundarios generalmente se resuelven espontáneamente o se pueden tratar con gotas para los ojos. Otros riesgos menos comunes incluyen infección, sangrado en el ojo, desgarros retinales o desprendimiento y formación de cataratas. Por tanto, es necesario que lo aplique un oftalmólogo entrenado como son los retinólogos.